"Si la exposición de un museo cualquiera suele ser más que interesante, por simple lógica, los sótanos de un museo, con todos los fondos de éste, tienen que ser toda una aventura. En el año 2008, alguien debía andar sudando la gota gorda en el Museo de Londres, concretamente en las bóvedas del Colegio Real de Cirujanos, reordenando un montón de cajas olvidadas, cuando fue a dar con una marcada por una etiqueta muy atractiva: "Animales de los que no se ha demostrado su existencia".
Dentro de la caja todo un catálogo para la búsqueda del Yeti, modelos de huella en yeso, restos de pelo, excrementos y la joya de esta colección, un dedo de Yeti. La caja pertenecía al primatólogo inglés William Osman Hill.
En la década de los 50 el magnate americano Tom Slick, enriquecido gracias al petróleo, se obsesionó con el abominable hombre de las nieves y financió expediciones para certificar su existencia. Sobre el terreno lideró estas expediciones el también americano Peter Byrne.
Todos los indicios en la búsqueda del Yeti les llevaron al Monasterio de Pangboche, donde Byrne certificó que los monjes estaban en posesión de una mano de Yeti. Intentaron comprar la mano pero los monjes se mostraron temerosos de perder semejante tesoro argumentando que acarrearía la destrucción del santuario.
La existencia de la mano llegó a oídos de Hill, quien no tardó en contactar con Slick y unirse a este singular equipo. Se le exigió a Byrne que se hiciera con la mano por todos los medios. 100 libras a cambio de uno de los dedos de la mano fue el trato, pero la mano debía quedar intacta, por lo que tuvieron que sustituir el dedo que se llevaban por otro humano y maquillarlo para que no se notara el cambio (...)"
Ver en BBC.
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