"Mark Jacobson solía taparse la cabeza con la manta cuando era niño, mientras, justo antes de dormirse, se ponía a pensar en las amenazas de los chicos de su barrio: «Te vamos a convertir en una lámpara de piel humana», cuenta Mark Jacobson, judío, periodista y colaborador de «The New York Times».
Cuando era pequeño, las cosas eran así en la zona de clase trabajadora en Flushing (Queens), donde creció. «Los chicos más duros eran los italianos. Y también los irlandeses. Y luego estabámos los judíos. Nos peleábamos. Y, claro, si me decían que me querían convertir en una lámpara de piel, tenía que responder», recuerda con una sonrisa, pero con los puños cerrados golpeando al aire, aquellos momentos de su infancia. Hasta aquí llegaba para Jacobson la leyenda de, para ser más exactos, las pantallas de las lámparas hechas con piel de judíos durante la Segunda Guerra Mundial en el campo de concentración de Buchenwald.
(...)
Marc Jabcobson conocía muy bien las historias de este lugar. Cuando los estadounidenses llegaron al mismo campo de concentración, los prisioneros les advirtieron que estaban convencidos de que Ilse había hecho matar a los que tenían tatuajes para hacer lámparas con su piel.
Todo cambió para Mark cuando su amigo Skip de Nueva Orleans le mandó una lámpara encontrada después del huracán Katrina que asoló Luisiana. Le costó 35 dólares. Su amigo le llamó; al principio no sabía muy bien de qué se trataba, aunque ya sabía que era un objeto diferente de todos los que ofrecía Dave Dominici, un hombre conocido por salir en la portada del periódico de la ciudad después de robar en las tumbas del cementerio. Hubo un tiempo en el que aparecía a diario (...)"
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