"Una macabra y rocambolesca historia ha conmovido a una familia francesa en un pueblo cercano a Lille. La semana pasada Josaine Vermeersch acudió al cementerio local para enterrar a su hermano, fallecido el pasado 20 de julio a los 54 años. El hombre fue enterrado en el panteón de la familia Vermeersch, en el pequeño cementerio local. A la ceremonia no acudió Olivier, uno de los hijos de Josaine, que no contestó a las llamadas de móvil de su madre.
Al acabar la ceremonia el grupo caminó lentamente hacia la salida del camposanto, atravesando la zona en la que se entierra a los indigentes, a unos 50 metros del panteón. En ese momento, Megane, un primo de 19 años, llamó la atención sobre el nombre en una de las tumbas: Olivier Langlet, 1968-2010. Ninguno de los presentes tenía noticia del fallecimiento de Olivier pero su padre –Elías, ex marido de Josaine- en seguida supo que se trataba de su hijo. Instantes después, toda la comitiva empezaba a gritar y llorar. Josiane, la madre, se desmayó, según relata a La Voix du Nord su ex marido: “Ella fue a enterrar a su hermano y se encuentra la tumba de su hijo al lado. Es impensable”.
Olivier, de 42 años, había fallecido de causas naturales el pasado 5 de julio, dos semanas antes que su tío. El hombre vivía en la indigencia y fue enterrado en el plazo de seis días después de su muerte, tal y como dicta la ley francesa. El director de la empresa funeraria que se hizo cargo del entierro de Olivier a petición del ayuntamiento explicó que suele ser habitual enterrar a los “pobres” sin avisar a sus familias: “Muchas veces no encontramos a la familia, simplemente porque es imposible. Muchos de los enterrados en el “terreno común” suelen carecer de familia” (...)"
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