"Entre los lenguajes arcanos de la naturaleza, uno de los más fértiles para la imaginación es el de las nubes. Más allá del puro caos físico, la intuición de que las nubes se organizan con coherencia, con interdependencia, casi podríamos decir vuelan juntas, y responden a la danza aérea de sus compañeras. La lluvia es el medio en el que se transmiten las señales, gotas como bits. Un lenguaje para adivinar no solo si va a llover o no, para adivinar los secretos sincrónicos de nuestra relación mental con el mundo (la climatriz). Y la posibilidad de, entendiendo el lenguaje, modificar las nubes que responden a frecuencias celulares, como ha sido hecho por chamanes (o rainmakers) a través del sonido y el rito por miles de años.
Un reciente estudio de la Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA) muestra que las nubes se comunican entre ellas de forma similar a los grillos con el sonido o a las luciérnagas con sus destellos.
El estudio revela que las masas de nubes que se forman sobre los océanos adoptan un patrón de organización que los investigadores equiparan al movimiento de una bandada de pájaros o de un sistema de dunas (las nubes son dunas en el cielo...) (...)"
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