"En esencia en los ochenta había tres grandes modalidades para financiar el viaje de fin de curso de octavo (nota para pezqueñines: último año del arcaico sistema de enseñanza EGB): vender papeletas de un sorteo a vecinos y transeúntes, montar una fiesta o pedir a BIC un millón de bolígrafos deconstruidos y montarlos “entre toda la clase” en las respectivas casas, a razón de una peseta la unidad: un millón de bolígrafos = un millón de pesetas. Y todos a Mallorca a todo trapo.
Siempre había alguien que proponía esta última opción, aunque finalmente no se llevaba a cabo. ¿Pereza, timidez, reparos ante el trabajo infantil? No, simplemente, era una leyenda urbana: “Todos nuestros productos son fabricados y montados en nuestras propias fábricas”, responde lacónicamente una portavoz de Bic Iberia ante mi consulta. “La información que le ha llegado a usted circula desde hace años, pero carece absolutamente de fundamento” (...)"
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