"Los breves de la prensa italiana esconden a menudo historias fascinantes. Conviene alertar de que, a medida que se lee, la trama de ésta es cada vez más incomprensible. Empieza el 26 de julio de 2007 con un incendio, intencionado, en un cañaveral de las afueras de Roma. Cerca de un campamento de gitanos en el barrio de la Magliana y junto a un carril- bici, en la orilla del río Tíber. Los bomberos lo apagan pero, sorpresa, encuentran restos de un cadáver.
Era un esqueleto apenas enterrado, casi tendido, junto a un muro. De hecho, fue pasto de las llamas. Yacía en perfecta disposición, como si se hubiera muerto allí mismo. Al lado había una bolsa con ropas, unas llaves y un documento personal. La Policía relacionó el documento con un hombre de 77 años desaparecido cuatro años antes, el 31 de octubre de 2003, víspera del día de difuntos. Salió a dar un paseo y nunca volvió. Un tal Libero Ricci, judío, jubilado, ex-empleado del Vaticano. La Policía cogió las llaves y fue a su casa: abrían la puerta. Pensaban que el caso estaba resuelto y esperaron a que el análisis forense corroborrara la identificación. Pero no estaban más que al principio de un caso endiablado, no al final de uno fácil.
El esqueleto no era de Libero Ricci. Es más, no era de una persona, sino de cinco. Se trataba en realidad de un puzzle completo y perfecto, al que sólo le faltaban huesecillos de pies y manos, compuesto con restos de cinco cadáveres. Tres mujeres y dos hombres. Y ninguno era Libero Ricci. Además, murieron en fechas muy distintas y distantes, un periodo de dos décadas que va de 1986 a 2006 (...)"
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