"Las instrucciones eran diáfanas: “Que nadie me moleste”, dijo un holandés de 50 años a sus familiares. Se metió en la habitación y los parientes siguieron a rajatabla la orden: pasaban por delante de la puerta del cuarto varias veces al día pero nadie se atrevió a abrir la puerta. Cuatro años después y forzados por la insistencia del dueño de la casa, se decidieron a abrirla y encontraron al hombre muy desmejorado. Más concretamente, muerto.
Al parecer el caballero, del que no ha trascendido el nombre, tenía muy mal carácter, así que sus familiares –cuatro hermanos y hermanas, de entre 44 y 71 años, naturales de la región septentrional de Minnertsga- no se atrevieron a desafiar la orden. Según explicó a los medios el portavoz de la policía: “Estaba acostumbrado a que nadie le llevara la contraria y era muy irascible”.
Cuando el propietario de la vivienda insistió en que había que limpiar la habitación se encontraron el cadáver del hombre. El policía holandés no da crédito al hallazgo: “Un cuerpo en descomposición produce un olor muy fuerte, así que es notable que los familiares del fallecido no se dieran cuenta de la circunstancia”.
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