"(...) En la estación ferroviaria de Cengkaren, situada en la periferia de la ciudad de Rawa Buaya, acuden cada día decenas de personas para lanzarse a las vías. No buscan una muerte rápida; se agarran a los raíles para que la corriente eléctrica que corre por ellas tras el paso de los trenes cure sus enfermedades. Es lo que se ha dado por conocer como la “terapia del tren”.
Aunque los funcionarios de la estación tratan todas las mañanas de advertir a los maltrechos de los peligros de tumbarse sobre las vías, nadie parece prestarles atención. Reumatismo, escoliosis, diabetes, insomnio… Da igual. El bulo sobre los poderes curativos de la electricidad hace que muchos ingenuos se acerquen con la esperanza de curar hasta el cáncer.
Hay los que incluso acuden a diario a la estación, inconscientes de que la exposición prolongada a una corriente eléctrica puede provocarles mayores males que supuestos beneficios, como trastornos nerviosos, cardiovasculares o sensoriales. Eso, sin tener en cuenta la posibilidad de que un inesperado convoy finalice permanentemente el tratamiento.
No es ni mucho menos el único bulo milagroso que está adquiriendo gran popularidad por las regiones más pobres de toda Asia. Existen otras prácticas como el ‘kerokan’, que consiste en frotar monedas contra la espalda, o la ingesta de pociones ‘mágicas’ para curar las más variadas lesiones.
Pese a que las autoridades ya han advertido repetidamente que la corriente eléctrica no es ningún tipo de terapia curativa, la policía asiste impasible al espectáculo de enfermos tirados en las vías, cada mañana, en la estación de CengKaren."
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