"La falta de un ser querido nunca es fácil. Pero cuando la norteamericana Casie perdió a su marido, Shawn, de un ataque repentino de asma, nunca imaginó que su proceso de duelo estuviera tan relacionado con el polvo. Porque Casie ha terminado comiéndose las cenizas de su marido incinerado como una forma de consuelo que no puede reprimir.
Uno no termina arrebañando con el dedo una urna funeraria así como así. Cuando la pareja se conoció en 2008, ambos creían haber encontrado a la persona de su vida. Pero dos años después Shawn murió de un repentino ataque de asma y Casie entró en una profunda depresión.
Al principio, el duelo tomó la forma de llevar la urna con las cenizas donde quiera que ella iba, incluyendo tiendas, cines y restaurantes. También al supermercado, donde Casie compraba las cosas que le gustaban a Shawn mientras le llevaba en el carrito.
Las cosas pronto se fue hacia un extremo cuando un día, con tanto traqueteo e ir de aquí para allá, algunas de las cenizas de su marido se derramaron en su mano por accidente. Fue entonces la primera vez que se lamió el dedo. Y le gustó (...)"
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