"Japón es un país de ancianos y tiene una de las tasas de mortalidad más altas del mundo: cerca del 1% anual. Tanto es así que las empresas de incineración no dan abasto para quemar los cadáveres que les llegan cada día. A río repleto de fiambres, ganancia de pescadores, debió de pensar Hisayoshi Teramura, avispado empresario que ha abierto el primer hotel para muertos del país, en Yokohama: Lastel.
Por un precio de 12.000 yenes (unos 100 euros) diarios, los familiares pueden dejar los restos de sus seres queridos en alguna de las 18 habitaciones refrigeradas con que cuenta el hotel. La espera media del turno del crematorio es de cuatro días en Yokohama.
Tal vez en otras latitudes el cadáver del abuelo hubiera acabado en el contenedor amarillo de envases, pero el culto a los difuntos está tan arraigado en Japón que muchas familias asumen el desembolso.
El asunto no es baladí: el año pasado murieron 1,2 millones de personas en Japón, 55.000 más que la media de la década anterior. Y esto es sólo el principio: hacia 2040, cuando empiece a doblar la generación del baby boom, las casas de funerales recibirán 1,66 millones de cadáveres al año, lo que significa yenes a mansalva. Para entonces, calcula National Post, la población de Japón se habrá reducido en 20 millones de personas, una tasa insólita para un país que no está sufriendo ni guerra ni hambruna (...)"
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