"A finales de los 90, el dictador iraquí Saddam Hussein se reunió asiduamente con una enfermera y un calígrafo islámico para elaborar la reliquia más macabra del régimen: un Corán de 600 páginas escrito con 27 litros de sangre extraídos semanalmente durante dos años de las arterias del sátrapa. El estrambótico Corán, que se exhibe en la gran mezquita de Bagdag, resulta un regalo envenenado para el régimen iraquí, que trata de pasar la ominosa página del baazismo.
El Corán de hemoglobina del dictador resulta aun más paradójico en tanto el régimen de Saddam Hussein era laico y siempre se distanció de las teocracias vecinas, como su archirrival Irán, gobernada por la Revolución Islámica desde 1979. La cripta donde se guarda el Corán está cerrada con tres llaves, cada una en mano de un guardián, de modo que se necesita una decisión consensuada para dejar entrar a alguien.
Según escribe Martin Chulov, corresponsal de The Guardian en Bagdag, “la cripta de la mezquita de Bagdag que guarda los 114 capítulos del libro sagrado de los musulmanes ha permanecido tres años fuera de la vista –y la mente-, mientras que los que gobiernan Iraq han procesado dolorosamente los otros remanentes culturales de los 30 años de Saddam y del Partido Baaz”.
Un antiguo miembro del régimen baasista citado en por el cronista inglés afirma que “lo que hay aquí no tiene precio, vale absolutamente millones de dólares”. Pero además de un tesoro de dudosa valía, el Corán escrito con sangre es una bomba de tiempo se mire por donde se mire. Para los seguidores del viejo régimen supone un símbolo de la reemergencia de los suníes en el poder, que aún siguen hostigando al gobierno con ataques armados y coches bombas.
Peor aún para los creyentes, que consideran un error y un “terrible pecado” la ocurrencia de Saddam."
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